Toda la reflexión de Paúl Ricoeur tienda a demostrar la proporción, los lazos, la muy profunda dialéctica, la tensión viva y fecunda que ve la luz en el momento de la acción que uno y otro reivindican. Ambos están inscritos en una economía del don que desborda por todos lados a la ética, de la que se quieren las figuras y de la que se sienten responsables. Una lógica de la sobreabundancia viene siempre a desafiar, sin nunca hacerla menos necesaria, a una lógica de la equivalencia.