or primera vez, Sánchez nombra siempre por primera vez, se niega a la memoria conceptual, a la simplificación mutilante que alguna vez denunciara Rilke («y esto se llama perro, esto se llama casa Ustedes están matando las cosas»), y no solamente lucha por nombrar por primera vez incluso lo más conocido, sino que en cada cosa busca lo que escapa a la definición o al uso de la tribu: «Vamos a tener necesidad de un lenguaje común, un lenguaje común capaz de nombrar por primera vez, frente a la multitud de cosas ya nombradas de afuera, la multitud de cosas casi nunca nombradas de adentro»...Así, Cómico de la lengua podría definirse como el reverso de una novela, el reverso de una realidad narrativa, el reverso de una escritura usual; de ahí su considerable dificultad que desalentará a los cómodos, de ahí los innúmeros escollos que presenta a la lectura más atenta, puesto que si Sánchez consigue casi siempre esa ardua comunicación basada en el rechazo de los puentes verbales presumibles, hay pasajes en que el lector deberá enfrentar el texto tal como el mismo Sánchez enfrenta lo que ese texto busca deci