En nuestros días, la abundancia, la variedad, el simbolismo y la espcetacularidad de las fiestas tradicionales en las culturas hispánicas las convierten en parte esencial y grata de nuestra identidad social.
Con herencia pagana y esplendor en tiempos de Felipe II, los festejos populares de la Península Ibérica se extendieron por todo el imperio, y aún perduran en varios continentes, aunque tan transformados que a menudo se convierten en enigmáticos rituales.