GUILLÉN LASIERRA, FRANCESC / BROTAT JUBERT, RICARD
En la primavera del 1982 dos criminólogos americanos, Willson y Kelling, publicaron un modesto artículo en la revista The Atlantic Monthly, que bajo el título Broken Windows, pretendía establecer una teoría sobre las causas de la delincuencia, especialmente aquella que tiene lugar en los espacios públicos. Según estos autores, las muestras de desórdenes externos (ventanas rotas) que nadie repara envían un mensaje de falta de cohesión social, que, simplificando un poco, ahuyenta a los ciudadanos de bien y atrae aquellos con intenciones más perversas. A medida que este proceso avanza, los espacios públicos acaban siendo propiedad de aquellos con intenciones criminales que los convierten en su feudo particular. A pesar de su inconsistencia (había investigaciones previas del mismo Kelling que no llevaban en esta dirección), esta argumentación consiguió imponer la idea de que el desorden en los espacios públicos era la antesala de la delincuencia y que se pusieran en práctica estrategias operativas aplicando esta idea (en la línea de la tolerancia cero), que, a partir de la muy difundida experiencia de la ciudad