La primera vez que supe de la existencia de Mayté fui incapaz dedetener una imparable necesidad de contar su historia a
alguien.Estaba en la redacción de un periódico de provincias, completamentesolo porque era tarde, y nada más colgar el
teléfono, salídisparado a la calle, sin apagar, siquiera, el ordenador. Quedaban aún un par de días para que su increíble vida
llegara a las páginas de aquel entrañable periódico que hacíamos, tiempo demasiado extensopara no compartir antes aquella
experiencia fabulosa.
Mi primera interlocutora no salía de su asombro y no podía cerrar los ojos según le Iba contando lo poco que aún sabía de la
vida de Mayté y, porqué no decirlo, tampoco se lo creía del todo. A mí me había pasado lomismo, pero yo, escéptico por
naturaleza, me había dedicado acomprobar, según hablaba con ella, que lo que me iba contando de susaventuras por medio
mundo tenía visos de realidad. Todo coincidía.Demasiada Imaginación para Inventarse tanto.
La vida de MaytéMaldonado