Entre 1995 y 2005, Lars von Trier y sus amigos escandalizaron con la intransigencia de sus manifiestos, sus declaraciones provocativas referidas a la industria cinematográfica y los filmes que, según se consideraba, aplicaban su programa. De esa manera, proclamaban su pertenencia a una nueva "vanguardia", el Dogma. Ese movimiento, dividido entre la parodia y el radicalismo, hoy ya perimido, no por ello dejó de poner de manifiesto los rasgos distintivos de una posición en medio del campo cinematográfico y de la sociedad, cuyas primeras manifestaciones se remontan a comienzos de la década de 1920: violencia retórica, inversión de los valores, política de grupo, desde el principio pensado como internacional, superación del arte en la vida.