Hace menos de diez años, varios escritores y ensayistas pusieron nombre y actualizaron un fenómeno tan antiguo y habitual que casi pasaba desapercibido: lejos del mar, la Península se estaba quedando sin habitantes. La España vacía pasó pronto de ser una síntesis acertada a un tópico devaluado y hasta vilipendiado, porque vacía derivó en vaciada, para subrayar una intencionalidad en el hecho de que campos y pueblos se estén quedando sin habitantes y sin servicios.