La muerte relativiza todo cuanto se compara con ella o se contempledesde ella. El hombre mismoes un ser relativo a la muerte, el que siempre vive en relación conella. La muerte es su trasfondo y suhorizonte. Ella pone a cada uno en su sitio.La muerte nos hace pequeños y grandes a un tiempo. Pequeños, porque es la prueba universal eincontestable de nuestra condena a la nada, su instrumento ejecutormás manifiesto. Sólo ante ellapalpamos nuestra limitación esencial y la de nuestros proyectos másentusiastas. Al lado de su omnipotencia,¿qué podemos nosotros Pero también nos hace grandes al mismo tiempo. Y es que, miradaa fondo nuestra vida, la muerte es el acicate negativo de cuantohacemos y deseamos, de todas las aspiracioneshumanas. Nuestra guerra perpetua acabará para cada cual en unavictoria de la muerte,pero tras una sucesión de derrotas parciales que el hacer humano le va infligiendo. Somos lo que llegamosa ser (y con nosotros la humanidad) contra la muerte y por sumediación; a fin de cuentas,gracias a ella.«Como el valor y la inteligencia son las dos cualidades que másmerecen que el hombre las cultive,el p