La muestra es, justo título, la sociedad de los derechos; es también la sociedad de otras muchas cosas (del conocimiento, de la información, de la globalización...), cada una disputándose su esencia, pero la forma mejor de pensarla es como sociedad de los derechos. En consecuencia, la crítica a nuestra sociedad sólo llegará al fondo cuando se lleve a cabo la crítica de los derechos. Cuando hace ya siglo y medio Marx afirmaba que los derechos del hombre y del ciudadano son la filosofía del estado burgués, estaba apuntando a la esencia misma del orden político capitalista. Después, la historia se encargó de imponer el discurso de los derechos humanos, poniendo el énfasis en el lado sur de su rostro jánico, la perspectiva bella, los derechos como defensa de los débiles, como protección de los oprimidos, como límite de la vida digna, mínimo ideal de vida de quienes no tienen ideales. Y, claro está, ocultando el otro rostro, más sombrío, indisolublemente ligado al poder, a la reproducción del sistema, unas veces con violencia y otras con seducción.