A lo largo de la Edad Media española grandes personalidades judías brillaron en muy diversos campos, pero tanto los beneficios de su actividad social como su producción científica y bíblica se esfumaron barridos por vendavales de violencia y olvidos del tiempo, y sus escritos de alto porte no pudieron influir en la cultura cristiana crecientemente mayoritaria. No hubo continuidad, ni podía haberla, entre la cultura y sociedad judías de la Edad Media y las de la mayoría cristiana que devino oficial y permanente. El puente real entre cultura española judía y cultura española cristiana fue el alzado por los judeoconversos. Con las ambigüedades características de todo intelectual que se mueve entre dos aguas, el intelectual judeoconverso, siempre mirado de reojo por la Inquisición, se esforzó por expresar en español su peculiar visión del mundo.