Durante la guerra civil, el bando franquista fue cayendo en la cuenta, a medida que se prolongaba el conflicto, de que a la acción de las armas había que añadirle el efecto persuasivo y legitimador de la maquinaria propagandística. Así, durante la guerra civil y la segunda guerra mundial, el régimen franquista creó numerosas delegaciones y oficinas de prensa y propaganda en el exterior, que buscaban influir política y culturalmente en aquellos países donde estaban ubicadas. Además, se pretendía combatir toda propaganda que el Gobierno republicano impulsaba por Europa y América. Tras la finalización de la guerra civil, a estas tareas les siguió como prioridad una intensa campaña de prestigio de España en el extranjero. Para alcanzar tal meta se utilizarían las Delegaciones de Prensa y Propaganda, que, a través de la celebración de actos públicos, edición de diarios y revistas, publicación de escritos en medios informativos internacionales, etcétera, deberían contribuir a mostrar ante el mundo las cualidades y valores que regían la «nueva España».